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Palimpsesto Donde exploramos nuestros libros desde otra perspectiva

TROPO compartirá con lectores voluntarios una cita de una de sus publicaciones. Ellos, usándola de inspiración, responderán a esa cita con un pequeño texto de extensión variable, una ilustración, una fotografía… Un elemento que ofrezca una lectura alternativa y/o complementaria.

Nosotros H

«Que pueda afirmarse que estamos solos o acompañados en virtud de lo que nos rodea o acompaña es otra arbitrariedad del sistema. Incluso en grupo, sobre todo en grupo, rodeado de otros Hoffmann, Hoffmann está solo».

 

Los Hoffmann, ¿qué o quiénes son o somos los Hoffmann, los García, los Pérez? Un apellido solitario en un obsoleto listín telefónico, un lazo de sangre que no une, una extinta tribu en el sentido más primitivo de la palabra. Y ¿qué es la soledad? ¿Una Hoffmann, un García, una Pérez? ¿Un texto? ¿Una palabra? La soledad de quienes nos rodean desde fuera, no de lo que nos acompaña desde dentro. Ya lo dijo Benedetti, hay tantas soledades como rostros de vos, y soledades concurridas, y soledades desoladas, especialmente si habitan el lado oscuro del corazón. Hay personas solitarias y solas, que desean que alguien las consuele, que les arregle el corazón roto. Los hay quienes se sienten tan solos que quieren morir, si no están muertos ya.

La Dickinson nos habla de another loneliness:

«Existe otra soledad / sin la que muchos mueren, / ni carencia ni amistad la ocasionan, / ni circunstancias ni suerte. / Mas la naturaleza a veces, o el pensamiento, / y a quienquiera acaece / es más rica de lo que pueda revelar / un numeral mortal».

Y de una solitude of space:

«Hay una soledad de espacio, / soledad de mar, / soledad de muerte, aunque éstas / multitud serán, / comparadas con esa profundidad, / esa polar intimidad, / un alma recluida en sí: / infinito finito».

Por hoy me quedo con las soledades sonoras de Juan Ramón:

«[…] / a mí me basta con mi fe en las armonías, / en una estancia plácida, alejada, callada, / llena de libros bellos, con flores, encendida».

Y las de Zenobia, que allá por el 36 en un tren de Madrid a Barcelona, rodeada de tragedias individuales y solitarias, clama al cielo: «¡Oh, bendita seguridad en la soledad!».

Se me ha llenado el texto de gentes y de soledades, pero sigue siendo un texto solitario: sólo es concebible escribir en soledad. Escribir y leer. Leer y escribir. Y traducir. A solas. La soledad y la palabra, juntas siempre, siempre solas.

IRENE OLIVA LUQUE, traductora.

Zebulon

Su problema es que piensa demasiado. Y no lo bastante.

 

Su cabeza es una caja metálica llena de suturas mal cerradas por las que se puede ver cómo escapa el pensamiento. Ideas que van y vienen y corren de un lado para otro sin llegar a un destino concreto. Son esas ideas las que muestran lo que realmente es: una persona recién llegada al mundo de la preocupación.

De hecho, cuando piensa demasiado, desarrolla una cantidad de ideas desmesuradas que no encuentran sentido entre ellas. Por ello, muchas veces se encuentra en medio de un bloqueo profundo, algo meramente indescriptible que atrapa mentes y personalidades en la desesperación. Porque cuando uno llega a pensar en cantidad y no en calidad, ¿no es entonces cuando se cierran hasta las puertas de la imaginación?

Su mente necesita organización, pero también esa dosis de libertad. Desea con todas sus fuerzas encontrar esa fórmula para alejarse del tormento que encadena sus ideas y sigue pensando y pensando, pero no logra su objetivo. El demasiado está en lo mucho que se esfuerza, y lo bastante se encuentra lejos de lo que le impulsa a encontrar esa libertad.

Disfrutar está al alcance de todos, pero su mente, sus pensamientos, y los de muchos otros no están preparados. Piensan demasiado pero ¿piensan lo suficiente?

HELENA NUÑEZ MOYANO, estudiante de 2º de bachillerato y futura escritora.

El retablo de no

Actuar es un espejismo. Como leer. La vida es una mierda […] Si finges la realidad, si vives la ficción como real, verás que ni la actuación aburre ni la vida pesa.

Siento como la vida me pesa. Me pesa el alma. Me pesan tantas cosas que ahora mismo sería incapaz de enumerarlas porque tan solo pensar en ello me pesa… Sin embargo, y muy a mi pesar, tengo que decir que sopesado todo lo que me pesa me doy cuenta de que ni me aflige ni me influye ni me afecta. Quizá podría decirse que me hastía pero sin pena ni dolor, es decir, me aburre. Algunos se preguntarán el porqué de tal aburrimiento y, la verdad, es que la respuesta es que no lo sé porque para escapar de ese tedio actúo. Sí, actúo, represento un papel (o varios, según las circunstancias), ejecuto a la perfección cada una de las intervenciones que el guion de mi vida me tiene preparadas dado que no soy dada a las improvisaciones. Sin embargo, cuando me enfrento a la cruda realidad hago mutis por el foro porque me doy cuenta de que me he equivocado de función. Y, ¿cuál es la función que tenemos en esta vida? A mí me parece que desempeñar un papel al que vas incorporando pedacitos de realidad que se confunden con los delirios de grandeza que todos y cada uno nosotros tenemos en esta vida. Y es que a todos, como a cualquier gran artista que se precie, nos gusta fantasear y crear ficciones para no reconocer que la vida es una mierda. Porque la vida pesa. De ahí que nos guste fingir, aparentar y por qué no engañar al prójimo ya que simulando que actuamos creamos tales espejismos y fantasías que vivimos la ficción como realidad y resulta que el peso de la vida se aligera e incluso, puede ocurrir, que desaparezca. ¿Se tratará de una ilusión o realmente la vida no tiene peso? Pues habrá que pensar en ello pero sin embobarse ni enfrascarse demasiado porque si no al final acabamos ensimismados en ese regodeo del filosofar y nos convertimos en divas y divos de la actuación.

XARO CAMPO bailarina, actriz y traductora.

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